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EL GUARDIÁN DE LOS RECUERDOS

Foto del escritor: Katherine ChigneKatherine Chigne

El gran fotógrafo Emilio Valdez resiste, firme y optimista, en la plaza San Martin, lugar histórico, tradicional y emblemático de Lima.



La Plaza San Martín no solo es el punto de encuentro de las manifestaciones de protestas o el lugar que aglutina la voz, la lucha y la ruta de los que vienen a la capital es también el lugar de trabajo de muchos ciudadanos. Uno de ellos es un fotógrafo que no se ha dejado vencer por las adversidades y se ha convertido en un ejemplo de pasión por seguir el camino que marca la pasión por un trabajo.





Empieza a atardecer en la Plaza San Martín y mientras recorro cada rincón del lugar, veo a la distancia a un fotógrafo cuya serenidad me transmite una sensación de paz, en medio de todo el bullicio.


Se trata de Emilio Valdez, de 60 años, que ejerce la fotografía desde los 19. Todo comenzó en una tarde soleada de 1972, cuando Emilio paseaba por el pintoresco parque Cánepa de La Victoria. Fue en ese momento que su destino se cruzó con la magia de la fotografía. Mientras exploraba el parque, Emilio tuvo la fortuna de encontrarse con otro fotógrafo, cuya pasión y habilidades lo cautivaron de inmediato.


Aquel dominio de la cámara despertó en Emilio una profunda curiosidad y fascinación por el arte de capturar imágenes. A partir de ese día la fotografía le convirtió en una forma de vida y comenzó a estudiar todo lo relacionado con esta forma de expresión artística.


Lo veo sentado en la esquina de la plaza. Sostiene su cámara con cariño. Esta no solo es su herramienta de trabajo, sino que también la considera como el gran amor de su vida.



Cronista visual


El valor que tiene la fotografía para él trasciende más allá de ser un simple trabajo o pasatiempo, es su manera de narrar historias. Él se considera un cronista visual, siempre buscando capturar momentos únicos y significativos de la vida cotidiana. Por eso, cuando recuerda la primera vez que vio esa cámara analógica en el parque Cánepa, no puede evitar sonreír. “Tuve que trabajar varios meses gratis para el fotógrafo de ese parque, solo así me iba a entregar una de sus cámaras”.


Una vez que obtuvo lo que se había propuesto, nada lo detuvo. Empezó a transitar por los distintos parques de Lima, ofreciendo sus servicios fotográficos a quienes se cruzaban en su camino. Durante un tiempo, se asentó en el Paseo de los Héroes Navales, hasta que la Municipalidad de Lima empezó con las obras del Metropolitano, lo que generó que la zona se volviera cada vez más intransitable, por lo que tuvo que buscar un nuevo lugar para trabajar. Es así como llegó a la Plaza San Martín, donde ha sido testigo de innumerables sucesos. Según sus propias palabras, allí ha visto de todo.


Recuerda la vez en la que presenció un asesinato a plena luz del día. “Eran dos hombres peleando, diciéndose toda clase de palabrotas habidas y por haber, hasta que uno de ellos sacó un cuchillo y se lo clavó al otro, luego lo dejó ahí como si nada y se fue alejando lentamente de la plaza”. Emilio cuenta este hecho de manera inmutable, para él es común ver toda clase de situaciones delincuenciales en este recinto.


A Maradona


Pero tiene también gratos recuerdos de sus primeros años trabajando en la plaza, recuerda aquella vez en la que fotografió al mismísimo Diego Maradona, cuando daba un breve recorrido por las calles durante su estancia en Lima. De pronto la narración de aquella anécdota es interrumpida por un hombre que se acerca a consultarle a Emilio si aún conserva una foto que le tomó hace cinco años.


Emilio procede a explicarle que es poco probable porque suele eliminar el contenido de sus memorias para no llenarlas, el señor asiente con la cabeza y se despide con cierta expresión de lamento. Cuando le pregunto a Emilio si suele ser usual que se acerquen viejos clientes a reclamar por sus fotos, me dice que sí. “Es más, una vez hasta llegaron personas a las que les tomé foto estando en las barrigas de sus mamás o niños también que ahora son abogados o ingenieros”, me comenta muy orgulloso.


Le pregunto si en algún momento piensa descansar, dejar la cámara, el oficio, su banco en la Plaza San Martín, para pasar las tardes junto a su familia en la casa que tienen en Independencia. Su respuesta es contundente y llena de convicción: “La fotografía es mi vida, mi pasión y mi razón de ser”.


No tendría sentido para él dejarla, aunque las circunstancias fueran adversas. Por eso la cuarentena fue un tiempo difícil para él, una vez que levantaron las restricciones pudo sentirse mejor otra vez.



Retratos


La Plaza San Martín no solo se caracteriza por tener un gran peso histórico. En la actualidad es la tribuna ideal para muchos ciudadanos que desean ser escuchados, para otros es más como una tarima de boxeo, donde se debaten las ideas más disparatadas, esta vez los golpes son reemplazados por ataques verbales que intentan disminuir el argumento del otro. Temas como el por qué la tierra es plana y las razones por las cuales creer que Alan García está vivo, son parte de las conversaciones recurrentes que suelen haber en aquel espacio público.


Hay muchas razones para sentirse atraído por este lugar y quedarse merodeando durante unas horas. Da la impresión de que en cada esquina se puede encontrar a alguien cuya historia valdría la pena contar, ya que hay una gran diversidad de personajes llamativos. Desde las estatuas vivientes, cuya necesidad los ha empujado a realizar todo tipo de maniobras espectaculares para atraer las miradas de los transeúntes, hasta los equilibristas y los danzantes de tijeras, cuyo principal objetivo, y quizás uno de los retos más difíciles en la actualidad, es que por un momento el ciudadano de pie levante la vista del teléfono que lo tiene dominado y decida prestar atención a lo que el ambulante tiene por mostrar. De esa manera no solo obtendrá un sustento, sino también una grata validación hacia su esfuerzo.



Es un espectáculo


Por eso se dice, que la Plaza San Martín es como un espectáculo donde no hay juegos ni escenarios, pero si un sinfín de personajes que lo constituyen como tal. Y por eso, quizás, es tan difícil no sentir la sensación de que algo interesante está por pasar.


Pero no todo es arte en aquel centro histórico, también priman muchos los discursos políticos y las posturas radicales. En una de las esquinas de la plaza se ve a un grupo de diez personas rodeando a quien sería un dirigente, este es un hombre de aproximadamente 40 años, pequeño de estatura, pero al parecer con grandes aspiraciones políticas por las cuales luchar. Empieza su discurso mencionando lo necesario que es un cambio para el país y todos aplauden, luego sugiere una asamblea constituyente para reformar la constitución del 93 y más de una persona se retira del lugar, sin antes tildarlo de “rojete” o “terrorista”. Al final del día, la Plaza San Martín es un lugar donde conviven diversas formas de expresión, desde el arte ambulante hasta los discursos ideológicos.



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