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Diatreinta y Radio UPN enseñan a niños a narrar, grabar y comunicar sus historias

Actualizado: 15 jul

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Son las 10 de la mañana y, desde la cima del Cerro Pacífico ( Los Olivos), se empieza a escuchar algo más que el bullicio habitual de un barrio en movimiento. Voces pequeñas, risas intermitentes y palabras que nacen entre colores, micrófonos y cuentos. Son los niños y niñas del Taller de Creatividad de la Asociación Casa Betania, quienes cada sábado se reúnen para una misión tan seria como divertida: contar sus propias historias.


Desde hace unas semanas, este taller comunitario (activo desde 1990) es parte del proyecto Enseñando para Enseñar, una iniciativa que conecta generaciones a través de la comunicación. La propuesta, impulsada por Diatreinta.com y Radio UPN, medios universitarios de la Universidad Privada del Norte (UPN), lleva a estudiantes de la Facultad de Comunicaciones a compartir lo que saben con quienes apenas descubren su voz.


A diferencia de otros programas de voluntariado, aquí no hay clases magistrales ni pupitres alineados. Lo que hay es juego, escucha, confianza. Jóvenes universitarios con experiencia en producción, locución y escritura se convierten en formadores por unas horas, acompañando a los más pequeños en el arte de narrar, grabar, imaginar.


Los niños del taller (entre 8 y 12 años) ya han dado sus primeros pasos: han escrito cuentos, los han ilustrado con sus propias manos y han comenzado a darles vida en formato radial. Algunos inventan mundos mágicos. Otros narran lo que viven a diario en sus calles, en sus casas, en su escuela. Cada historia es una ventana a su forma de ver el mundo.


Casa Betania, liderada por un equipo comprometido, se ha convertido en una segunda casa para decenas de niñas y niños del cerro. Allí, además, hay actividades físicas, clubes de lectura, manualidades, visitas a centros culturales y torneos que les devuelven la infancia, a veces esquiva por las limitaciones familiares.


Para los universitarios, la experiencia es también un aprendizaje profundo. Mientras enseñan a los niños a escribir, grabar o expresarse, ellos mismos descubren la paciencia, la empatía, la vocación pedagógica. Aprenden a mirar con otros ojos, a escuchar con atención, a valorar el poder de una historia bien contada.


Cada sábado es una nueva página. En las sesiones hay producción de podcasts, juegos de voz, edición de cuentos y, sobre todo, muchos abrazos. Lo que parecía un simple proyecto educativo es, en realidad, un espacio de transformación mutua.


Los productos elaborados (cuentos radiales, podcasts, crónicas ilustradas— serán difundidos en los medios universitarios, dando visibilidad a las voces pequeñas que hoy se atreven a narrar. Y mientras eso ocurre, en algún rincón del cerro, un niño descubre que puede contar lo que vive, y que eso también es importante. Una niña dibuja su historia y la convierte en un audio que luego escuchará toda su comunidad. Y así, con cada historia compartida, se enseña, se aprende, se transforma.


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"Las historias tienen el poder de cambiar el mundo, y en Díatreinta, creemos en contar esas historias"

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