Encontramos a Alfredo Bryce Echenique en la Sala de Firmas del auditorio Pilar Dughi de la Feria de Libros, en el parque Kennedy de Miraflores. Aquí los detalles de la reunión.

Alvaro Joaquin Farroñay Abanto
Amanece el soleado 9 de septiembre y presiento una búsqueda sin garantías.
Caminaba por la calle Guillermo Marconi, en San Isidro, en un intento por encontrar al escritor Alfredo Bryce Echenique. Esa avenida, que cobra vida en su novela “No me esperen en abril” sumerge a cualquier lector en los escenarios que inspiraron su literatura. Las silenciosas calles de San Isidro evocan las novelas de Bryce. Era como caminar por las páginas de sus libros, como si en cualquier esquina se pudiera hallar a un personaje suyo, tal vez con un sensible Manolo, acaso con el privilegiado Julius.

Calle Guillermo Marconi en San Isidro
Es en vano caminar por los alrededores del Country Club, aquel lugar recurrente en “Un mundo para Julius” y “Una mano en las cuerdas”, para encontrar a Bryce, quien describe la vida de las familias acomodadas que se reunían para jugar golf o disfrutar de las piscinas. El restaurante La Bonbonniere, conocido entre sus amigos como “El Rincón de Echenique”, dejó de ser el lugar en donde se puede encontrar a un Bryce alejado de las novelas. Las calles son silenciosas, desprovistas del peligro, pero sin rastros del escritor.
Creía que el irónico escritor residía en la zona donde pasó su juventud. Solo quedaban las evocaciones de sus relatos y la certeza de que este distrito, a donde volvió, seguía impregnado de su memoria. Con cada paso por las calles de su libro de cuentos “Huerto cerrado”, las esperanzas de encontrar a Bryce se desvanecieron, sin imaginar que, semanas después, el autor estaría firmando dos libros que hoy enriquecen mi biblioteca personal.
La tarde del 30 de noviembre del 2024, después de esa primera búsqueda infructuosa, Bryce Echenique salió de su guarida para ser el protagonista dentro de la Sala de Firmas del auditorio Pilar Dughi, en el Parque Kennedy de Miraflores.

Alfredo Bryce Echenique ingresando a la Sala de Firmas
del auditorio Pilar Dughi
Sexto en la fila para recibir la firma de Bryce Echenique. En la mano, un boleto con el número 8105 sellado que autoriza tener minutos junto al escritor que, según versos de Joaquín Sabina, merece el Premio Cervantes. Acudieron lectores comunes, sin algún atuendo excéntrico de escritor bohemio. A mi derecha, un estudiante de Arqueología intentaba evidenciar una intelectualidad silenciosa. A la izquierda, una pareja de jóvenes se refería al autor como "el viejito escritor que hace cuentos".
Los murmullos de la fila se convirtieron en un conversatorio improvisado. Mientras los jóvenes aguardaban al amigo de Ribeyro, el encargado de la Sala de Firmas entró con un vaso rebosante de cubos de hielo, una señal inconfundible de la inminente llegada de Bryce Echenique.

Exterior de la Sala de Firmas del auditorio Pilar Dughi
Bryce Echenique lucía un polo blanco dentro de una camisa verde, zapatos negros, pantalón gris, saco y una boina inglesa marrón. Su rostro, arrugado por los años, reflejaba serenidad. Con un bolígrafo de tinta negra en la mano, esperaba mis libros. Luego de seguir sus huellas literarias y estudiarlo por mucho tiempo, estrechamos las manos.

Alfredo Bryce Echenique dentro de la Sala de
Firmas del auditorio Pilar Dughi
—Hola, don Alfredo, ¿cree que le faltó escribir más libros?
Sonrió, mientras firmaba “Permiso para vivir”, y respondió con una risa relajada.
—No, muchacho. Yo creo que está bien hasta ahí. ¡Ja, ja, ja! Ya es bastante.
Intrigado, me atreví a hacerle una pregunta más osada.
—Don Alfredo, ¿cree estar cerca de su última firma de libros?
Cerró el libro que acababa de firmar y, con una sonrisa afable, respondió entre risas:
—¡Ja, ja, ja! Bueno, depende, muchacho. Mañana tengo otra firma de libros. ¡Ja, ja, ja!
El tiempo se agotaba. Decidí despedirme con una pregunta ligera.
—Don Alfredo, ¿cree que un escritor debe vestirse con traje y corbata?
Sin titubear, respondió lacónico:
—No, no. Para nada.
En menos de tres horas, tras la firma y una corta charla, me pareció que conocer a Bryce Echenique me dio una sed incontrolable. La celebración se dio en el cumpleaños número 28 de mi único hermano. Ya mareado, recordé los días de búsqueda, las tranquilas calles de San Isidro y mi intento pujante por encontrar al escritor antes de que el destino hiciera su parte. Juzgar a Bryce Echenique por las manchas en su carrera es como escupir al aire. Muchos plagiaron dentro de un salón de clases.
Aquella noche, Bryce Echenique dejó un encuentro inolvidable a cada seguidor. El escritor estampó su autógrafo en mis libros, excepto “Permiso para retirarme”, haciendo que, metafóricamente, no haya firmado su retiro. Sus historias siguen vivas en las calles que recorrí en su búsqueda.