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CIEN AÑOS AL AIRE PARA ACOMPAÑAR EN TODOS LOS RINCONES

En sus primeros años en el Perú, la radio reunía a familias y vecinos en

torno a un solo aparato. Más que escuchar, era compartir.


Escribe Antonela Torres


La radio, más que un simple medio informativo, ha sido un puente que conecta historias, una compañera constante y testigo de la memoria colectiva del Perú. Su voz ha llegado a todos los rincones del país, desde los parajes más alejados hasta el bullicio de las grandes ciudades. 


En conmemoración de su centenario, los estudiantes de la Universidad Privada del Norte le dedicaron una edición especial del programa Haciendo Patria, resaltando su legado y la huella que sigue dejando en la vida de millones de peruanos.


La jornada recorrió el camino que inició en 1925 con la fundación de la emisora OAX y que hoy continúa en plena transformación digital, marcada por la llegada de la Inteligencia Artificial.


En cabinas como esta, fueron narradas guerras, campeonatos deportivos, terremotos y marchas: llorando tragedias y celebrando nuestros triunfos. En palabras de Luis, uno de los conductores: “La radio fue la primera compañera que no necesitaba imagen para emocionar”.


Algunas de las voces que hicieron vibrar al país narrando las clasificatorias

de Perú al Mundial. Relatos que unieron a una nación entera frente a la

radio


En los pasadizos de la Empresa Nacional de Radiodifusión, las paredes están decoradas con fotografías en blanco y negro de sus locutores más emblemáticos. Fue allí donde nacieron las radionovelas, las costumbres de reunirse en las plazas o sentarse en familia frente al aparato cada noche, esperando con entusiasmo los primeros programas cómicos, aquellos que marcaron a toda una generación. 


La radio  le dio también un hogar a la música popular, convirtiéndose en el escenario donde géneros diversos encontraron un espacio para llegar al corazón del pueblo.


A pesar del paso del tiempo, la esencia de la radio permanece intacta. En los años noventa, los morning shows dominaron las emisoras juveniles, impulsados por el auge del reguetón y el rock, que marcaron el ritmo de una nueva generación. Hoy, el protagonismo lo tienen las transmisiones en vivo por redes sociales, que han transformado la manera de interactuar con la audiencia.


En un rincón del estudio, un algoritmo de inteligencia artificial pone a prueba su capacidad para programar la música del día. A su lado, un técnico con más de tres décadas de experiencia en la emisora lo observa con media sonrisa y lanza una frase que resume el sentir de muchos: “Podrá tener ritmo, pero no tiene alma”.


Bajo el gobierno de Manuel A. Odría, la música criolla se impulsó en la

radio como símbolo de identidad nacional, llevando valses y marineras a

los hogares peruanos.


Las radios comunitarias también ocupan un lugar fundamental en esta larga travesía sonora. En aquellos rincones donde el internet no llega, donde las noticias se filtran con retraso y las plataformas de streaming son un lujo inaccesible, la radio se mantiene firme, como única aliada. 


Son voces cálidas las que informan, aconsejan y acompañan, tejiendo vínculos invisibles entre pueblos distantes. Universidades, colectivos juveniles y comunidades indígenas han hecho de este medio una trinchera cultural, un espacio de identidad, memoria y resistencia.


“El verdadero desafío es seguir siendo cercanos en un mundo cada vez más distante”, comenta Fiorela al cerrar la emisión. Lo dice con esa mezcla de orgullo y nostalgia que sólo quienes aman este oficio comprenden. Porque aunque el entorno haya cambiado, la radio ha sabido transformarse sin perder su alma: hoy vive también en los podcasts, en transmisiones híbridas, en la conversación fluida con sus oyentes a través de redes sociales.


Pero, como ella misma añade, “nada se compara con esa voz que suena en tus audífonos mientras vas camino al trabajo, o te acompaña en la cocina, o rompe el silencio de una noche difícil”.


Cien años han pasado, y la radio peruana no solo se mantiene en pie: respira, se reinventa y late al ritmo del país. Porque más allá de las modas y los algoritmos, sigue haciendo lo que mejor sabe hacer: acompañar.

 


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