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Diego Alexander Paiva: Una voz alta del Cono Norte

Actualizado: 12 may


Diego Alexander Paiva es un poeta que plasma en versos la cruda realidad. Su primer poemario aborda con honestidad brutal lo que ocurre en el Cono Norte. Su lenguaje es urbano, coloquial y muchas veces cae en la jerga y los neologismos.





Escribe Nikoll Benavides


Diego Alexander Paiva nació en 1998, en una clínica de Comas que ya no existe. Es hijo de un hombre piurano y una mujer limeña que vive en el distrito de Carabayllo. De su padre, heredó la indignación y la sensibilidad frente al arte y de su madre, la disciplina. Ambos trataron de cultivar tres cosas fundamentales en él: la humildad, la protección a los vulnerables y la ambición en el buen sentido del término. “Y casi lo logran”, dice Paiva con ironía. 


Su padre solía llevarlo a las zonas más alejadas del distrito de Carabayllo para entregar comida a quienes más lo necesitaban y así mostrarle que existen personas que jamás deben ser ignoradas. Al recordarlo, Paiva comenta "Lo que hacía mi padre era extraordinario, considerando que no la pasábamos tan bien económicamente. Él era una especie de Jean Valjean. De pasado errante, caótico y casi criminal, termina convirtiéndose en una persona honorable capaz de sacrificar su propio bienestar por los demás. Obviamente, eso a mi madre no le gustaba, pues nuestras carencias no tenían una diferencia tan abismal con las otras". Con él, no solo aprendió a proteger a los demás, sino a acercarse a su otra pasión: el cine. Ambos veían documentales, series y ficciones, todo tipo de películas. Años después, produjo varios cortometrajes. 


Su madre dejó inconclusa la carrera de Comunicación Social en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ella intentó acercarlo a la literatura recomendándole libros indispensables, pero en esos años no tuvo éxito. Él prefería la filosofía y la historia, aunque la literatura lo terminó atrapando tiempo después. Paiva recuerda cómo su madre quedó encantada cuando empezó a leer sus primeros poemas: "Estas relaciones freudianas pueden llegar a ser sofocantes y repetitivas para algunos lectores, pero yo no voy a negar la emoción que sentí al ver a mi madre encantada con mis primeros escritos. Fue, sin duda, un momento clave. Alguna vez pensé que solo escribía para llamar su atención".


Sus progenitores lo encerraron en una burbuja para que no presenciara el clima turbulento de Lima Norte. Hasta los diez años, su vida se reducía a su casa en Carabayllo, la de sus abuelos en el Callao y la del señor Tito, jefe de una tía cercana, en San Isidro. 


Así, ellos cumplían el papel de Roberto Benigni en “La vida es bella”, pues hacían pasar las balas como cohetes, los asesinatos como accidentes y el llanto de los animales atropellados como simples aullidos. La realidad golpeó la cápsula en la que se encontraba cuando su edad aumentó. Ya no era un niño al cual le podían maquillar el dolor de las calles que jamás piensa romantizar. “Yo empecé a salir, a conocer otros distritos y más. Ese método creo que funcionó para que siempre tuviera una mirada externa de mi propio distrito, para que nunca normalizara las injusticias que ocurrían en mi ciudad”, remarcó. 


Joe Montesinos, Virginia Benavides, Diego Alexander Paiva, Renato Salas y Julia Castillo en la presentación de Puño y Norte


“Mi relación con la literatura nace del miedo”, me comenta. En el tercer año de secundaria fue matriculado en un colegio particular económico de Carabayllo. Tuvo profesores errantes y clases improvisadas en salones pequeños. El director, ex militar, imponía disciplina drástica. Lo recuerda y se arregla la manga de su casaca de cuero, se alisa el polo negro con el estampado de Soda Stero y me dice: “Los alumnos del colegio eran, en su mayoría, hijos del dolor y causantes de este y, por lo tanto, aparentemente incontrolables”. Estos chicos no eran solo hijos de familias disfuncionales, sino que también habían delincuentes formados, dealers y personas perversas.


En este colegio, Paiva y uno de sus mejores amigos sufrieron bullying. Su amigo fue afectado físicamente, llegando a tener dificultades para caminar; mientras que Paiva, psicológicamente. Los problemas de autoestima y la ansiedad lo obligaron a faltar a clases. Esperaba todas las mañanas a que sus padres se fueran a trabajar para encerrarse en el baño mientras la niñera se llevaba a su hermano. Ya no podía seguir enfrentándose a sus agresores, menos cuando uno de estos llevaba una navaja para intimidarlo antes de llegar al colegio. “Yo no iba a estudiar, sino a sobrevivir. Y no solo resistía al atropello de los alumnos, sino también a la falta de defensa de parte del director y las autoridades quienes exigían de mí ser un hombre y enfrentarme a mis agresores”.


Así fue como un día, entre todo ese infierno, encontró un libro de Mario Vargas Llosa entre los cajones de su abuelo. “La ciudad y los perros” lo acompañó en su soledad. “En la historia del Esclavo, el Poeta y el Jaguar, encontré ese escape frente a la realidad que necesitaba en ese momento. No solo abrió mis ojos y me hizo sentir emociones diversas, sino que además encontré el amigo que necesitaba, me reconocí en algo escrito, fui, de alguna manera, el libro. Fueron los libros y las películas mis únicas instituciones educativas”, dice.


Con los años, ya no leía solo a Vargas Llosa, sino que autores como Dostoievski, Tolstói, Quevedo, Borges y Cortázar comenzaron a llenar su librero. Hoy su biblioteca incluye a Richard Parra, Victoria Guerrero, Eduardo Chirinos, Carmen Ollé, Alonso Cueto, Roberto Bolaño, Maurizio Medo, Zurita, Dummet entre otros. Él podía ver dos películas y avanzar varios libros en un mismo día. Una época maravillosa antes de las pausas del trabajo y la necesidad. 


 Ingresó a la Universidad Privada del Norte en la sede de Los Olivos, pero no tardó mucho en volver a su distrito natal. Fue trasladado a la sede de Comas, que se encuentra en el cruce de las avenidas Belaunde y Retablo, donde terminó la carrera de Comunicación Audiovisual.


En el curso de Literatura de la universidad conoció al docente Renato Salas. Paiva disfrutaba más del cine y de leer todo lo que engloba el género narrativo, pero a pesar de eso conocía de poesía.  Renato Salas ayudó a que Paiva se introdujera un poco más en estos temas. “Renato nos acercó a los poetas malditos y a las teorías literarias de Jakobson y Barthes. Con ello, reafirmé mi vocación literaria”, comentó.

En el 2017, en su tercer año de universidad, obtuvo el primer puesto en el Concurso de Creación Literaria, Arte y Creatividad UPN en la categoría poesía. El poema ganador es uno donde desromantiza a la musa y responde a categorías raciales con un lenguaje burdo y culto.


Después ingresó a la Pontificia Universidad Católica del Perú, donde creó el grupo de difusión poética llamado “Recital frenética”. También pasó muchas horas en la biblioteca de cinco pisos “Luis Jaime Cisneros”. En esos años conoció a varios poetas contemporáneos como Julia Castillo, Daniboi, Gabs Valdivia, Diandra García.



Grupo de difusión poética Recital Frenética


“Trilce” de César Vallejo fue su primer acercamiento a la poesía. Quedó impresionado con el lenguaje de Vallejo y con su sensibilidad. Era algo novedoso para él. Leer “Noches de adrenalina” de Carmen Ollé marcó un antes y un después. Ese lenguaje disruptivo lo sedujo y lo llevó a teorías que ignoraba a sus quince años.


“Puño y Norte” es su primer poemario. Se presenta a Zavala, la voz poética, quien come poco, pide mucho y con su voz fuerte nos habla de Comas, San Felipe, La Flor y Carabayllo. 



Poemario "Puño y Norte"


En el libro se expresa el sufrimiento, lo que siente Zavala y su visión sobre la zona norte de la ciudad. Paiva comenta que "El lenguaje fragmentado, exploratorio y muchas veces referencial responde a un yo lírico que va alienándose frente a la cultura, el capitalismo tardío y la propia arbitrariedad del lenguaje culto. Una especie de Quijote conero que se confunde en sus palabras y trata, a través del hermetismo, de escapar de su propia realidad".


No acepta la condición por la que está pasando Lima Norte, sino reniega de ella. De la pobreza, del sufrimiento, incluso, por un momento, de las luchas sociales. De las marchas en lugares céntricos, para que al final no lleguen hasta la zona norte de Lima Metropolitana. “Mi voz no es lucha, es consecuencia”, escribe.


“Puño y Norte” fue presentado el viernes 13 de diciembre de 2024, en la biblioteca del Museo Metropolitano de Lima. Sus poemas han sido escuchados en la I Feria de San Juan de Lurigancho y en la Feria de Editoriales Peruanas.


Este libro está compuesto por 30 poemas +1. El más antiguo fue escrito hace 3 años. De ahí se dedicó a borrar y crear, pero hace un año y medio tomó la decisión de trabajar arduamente para que fueran publicados. Al final, con la asesoría de Virginia Benavides, y el apoyo editorial de Joe Montesinos de Bisonte, “Puño y Norte” comenzó a venderse en librerías desde diciembre.


Presentación de "Puño y Norte" en biblioteca del Museo Metropolitano de Lima


Los poemas que más destacan del libro son: el trompo misio (XII), los abuelos que venden cajas de fósforo (XIX) y los gatos despanzurrados (XXII). Y así existen muchos que también nos reflejan con exactitud la vida en Cono Norte.


XXX

A Carabayllo


¡Eschucha!

El tunante cerro que nos tiende

porque las huellas del hombro

cuales tuvieran su filo atraca


La costa (RISAS)

El color del hueso enhiesto

ande ruco entre tapas

Ah la copa pedrada

La rubia piel quemada

de toda toda

absolutamente toda

la masa


Ah el distrito fruncido

y su dulce grasa a vena

con su fracción de Lunes


Es la huella opaca

de la mano emprenda


TODA INVASIÓN

a la PAlabra


Ahora la Costa

El polvo el terreno

en las cer ce na das pistas trenzan


La cara chancada

¡Siempre migrando!

en los bellos grises de su urbe

en la loca sepia que nos sangra el ladrillo


<<La palma huazca

lo Sancho>>


Ya la ropas claras

Solidificando el quejir del día


Ahhhhhhh la gente y brava

caminando las chacras los parques la estera


Es la huella opaca

de la mano emprenda


Toda Invasión

¿A LA VOZ!


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