Dulzura colombiana en las calles limeñas

Entre los puestos de Gamarra, donde el aroma de los dulces se mezcla cautiva al ciudadano de a pie, Einer Rueda, de 72 años, despliega su carisma y su sonrisa. Lleva tres años vendiendo leche asada y besos de moza, dos postres que conquistan paladares y corazones.

De Colombia al Perú, una batalla diaria por salir adelante

Einer es colombiana, pero su historia se ha tejido en el Perú desde que llegó buscando una nueva oportunidad. “Aquí hay que luchar. El día a día hay que lucharlo para poder comer y sobrevivir”, asegura. Su jornada comienza a las nueve de la mañana y se extiende hasta las cinco de la tarde, tiempo suficiente para atender a clientes de todas las edades y compartir una conversación amable.

El trabajo no es sencillo. Einer sabe que el esfuerzo es clave: “Hay que hacer sacrificio, hay que trabajar con esmero, amor al trabajo, más que todo”. Su actitud positiva y su carisma la han convertido en una figura querida entre los vendedores y los compradores. “Sí, vendo, soy carismática”, dice con una sonrisa que ilumina su rostro.

La vida de Einer en el Perú comenzó trabajando para una señora peruana, quien le dio la oportunidad de vender postres durante año y medio. “Me trató bien, muy chévere”, recuerda sonriente como siempre. Sin embargo, Einer decidió independizarse. “Me gusta mandar a que me manden”, afirma empoderada. Para ella, la autonomía es su pieza fundamental. 

A diferencia de otros vendedores, Einer no ha tenido problemas con los fiscalizadores; sin embargo, reconoce que el trabajo informal no es valorado como debería. “No nos toman en cuenta”, lamenta. Para ella, la lucha diaria es una realidad, pero también una fuente de orgullo.

Einer Rueda es un ejemplo de resiliencia y autonomía. Su historia es la de una mujer que, a sus 72 años, sigue endulzando la vida de quienes la rodean, con postres, sonrisas y una actitud que inspira.