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Madre e hija: 61 años de lucha y cuidado



Doña Tomasa es una mujer que supo afrontar las dificultades de la vida. Hoy, a sus 86 años, nos cuenta la experiencia de ser una madre con un amor inquebrantable hacia “Marta”, su hija que padece de epilepsia desde los 4 años.





Escribe Aarón Damacén


Los llantos de Marta comenzaron a invadir toda la casa, mientras que Tomasa fue alertada sin saber lo que ocurría. Dejó en la cama a su bebe, a quien estaba cambiando los pañales, para buscar a su primogénita y ponerla en buen recaudo. Esa mañana después de un largo viaje de Lima a Chiclayo por fin la familia de Tomasa pudo conocer a Nélida, su segunda hija. La casa era grande y tenía el detalle de contar con caballos hermosos, pero pasó de moda al escuchar la risa que soltaban los nuevos visitantes.


Tomasa nos comentó que su hija siempre ha sido muy curiosa. Y al escuchar el sonido de los caballos, ella no se detuvo y fue hacia ellos como el cántico atrayente de una sirena. Cuando Marta contempló a los equinos, estos notaron su presencia y comenzaron a relinchar mientras se paraban en sus patas traseras. Ella, con el cuerpo lleno de miedo, perdió el equilibrio y terminó con la cabeza en el suelo.



La casa en Chiclayo donde vivía Tomasa.


Aquella noche la familia no durmió, la pequeña comenzó a padecer de una fiebre que trajo como consecuencia constantes convulsiones. La familia viendo que sufría la trasladaron a un hospital para un diagnóstico. El médico de turno indicó que las convulsiones se debían por la fiebre y la solución era colocar unos pañitos húmedos en su frente. Todo hacía indicar que fue solo un susto hasta que Marta cumplió los 11 años.


Mientras Tomasa miraba con mucha delicadeza como su primogénita jugaba con sus muñecas, sintió que algo no estaba bien. Marta en cuestión de segundos perdió el control de su cuerpo haciendo que este caiga contra el suelo y comience a convulsionar. La madre al ver a su hija sufrir, usó sus brazos como camilla y su cuerpo como una ambulancia para trasladarla a un hospital cercano. El miedo en ella se intensificó a cada minuto, no creía que ese episodio de trauma de hace 7 años se repetiría.


Tomasa me comentó que esa hora de espera se volvió eterna. El médico la atendió para darle una penosa noticia. Debido a la fiebre que tuvo Marta a los 4 años, esto le dejó como secuela un mal funcionamiento de sus neuronas, lo que hizo que ahora padezca de epilepsia. Me dijo que fue un momento muy complicado de asimilar. Las palabras de aquel médico eran como balas que perforaban su corazón. 

Tomasa y su hija Marta que padece de epilepsia.


La epilepsia es una enfermedad neurológica que puede darse a cualquier edad. Las causas más comunes son por genética, infecciones y lesiones cerebrales. Este último puede incluir traumatismo craneal y accidentes cerebrovasculares. Según Pediatría Integral se estima que 10.5 millones de niños sufren de epilepsia en el mundo, lo que simboliza al 25% de la población con esta enfermedad. Y para tristeza de Martita, ahora ella es parte de esa estadística.


Desde ese episodio la pequeña supo que su rutina iba a ser diferente. Cambió los dulces por pastillas de Carbamazepina y Tegretol. Ya no podía salir a jugar en su quinta sin ser vigilada. En el colegio contaba con auxiliares de uso exclusivo. Al ingresar al baño siempre debía conversar con su cuidador. Toda privacidad se fue alejando de su vida a pasos agigantados.


La quinta donde vive la señora Tomasa con Marta en Lima.


El tiempo pasó y Tomasa dio a luz a su tercer y último hijo llamado Nicolás. Ella sabía que esta nueva responsabilidad, sumado al cuidado de Nélida y Marta, quienes tenían 15 y 19 años respectivamente, sería complicado de afrontar. Su esposo Mario trataba de ayudar en casa por las mañanas y en las tardes se iba a trabajar en un chifa. Él era un hombre muy querido en el vecindario, pero tenía un inconveniente. Producto de los problemas familiares que recordaba de su infancia y la enfermedad de Marta hicieron que se refugie en esa bebida de malta y cebada. 


Tomasa, al saber la situación en la que se encontraba, se aferró a su Dios. Comenzó a ir a la iglesia católica todos los días a orar de rodillas pidiendo por la liberación y salud de su esposo como el de Marta. Mientras tanto, su hija Nélida se quedaba al cuidado del bebé Nicolás. La fe de Tomasa junto al apoyo de su familia hizo que tome la fuerza suficiente para seguir adelante.



Cuando la pequeña creció, los médicos le dijeron a la madre que compre las pastillas de 500 miligramos para controlar su enfermedad. Pasaron los días y la primogénita estaba desanimada, con ganas de dormir. Tomasa pensó que era por la adolescencia, pero al notar la constancia de este, la llevó al hospital. Allí se enteraron que esos son los efectos secundarios de ingerir 3 pastillas por día.


Marta muchas veces quería dejar sus pastillas, pero la fuerza de su madre le enseñó a seguir luchando para vivir. La pequeña ahora ya está grande y nunca se separó de Tomasa. Son 61 años que viven juntas en aquella quinta de Breña que está ubicada en la cuadra 10 de la avenida Venezuela. Aunque la fuerza se desgaste con el pasar de los años y en el rostro de Tomasa se vea cubierto por los hilos de la vida. Ella seguirá luchando por su hija, como una madre inacabable que día a día tiene su razón para vivir.



Tomasa celebra su cumpleaños con Marta, su hija inseparable.







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